vrijdag 2 maart 2018

Qué viaje, che… (español)

Estoy de vuelta; soy feliz de verte de nuevo, Buenos Aires! Casi tres meses han pasado desde el día en qué llegué a Montevideo, la capital de Uruguay. Cómo siempre sin tener un plan fijo de lo qué iba a hacer, ni en donde hacerlo. No tenía idea qué iba a enanomarme de un país más y qué iba a conocer gente para añadir a la lista de mis favoritas. De hecho, capaz es la ganadora de todas las que conozco hasta ahora.

Compartir es amar
Perdí la cuenta de las veces en qué gente desconocida, o poca conocida, me dió la bienvenida. Dormí en ranchitos en lugares hermosos con esa misma gente hermosa, y no me dejó pagar. Por el hecho qué nos conectamos a primera vista, o por ser amiga de un amigo (de un amigo de un amigo) en común.
O simplemente porque a alguien le gusta ayudar a otras. Como la genia, 100% desconocida, quien me ofreció acampar en su patio y usar su cocina y baño, después descubrir qué el departamento qué ella tenia para alquilar era demasiado caro para mi. Nuevos amigos y amigas me llevaron a sus hogares, campos, familias y amigos sin conocerme tanto. Sin dudas y siempre con un abrazo calido, comida rica y una sonrisa enorme al llegar.

Dormí en camas para 2 personas, las cuales compartimos con 4, simplemente por el deseo de compartir de los anfitriones de la casa. Resultó qué estuvimos sin electricidad y água muchas veces, pero nadie se quejó de eso nunca. La familiaridad, la conviviencia, el conjunto y el amor universal es mucho más valiente qué una ducha caliente.

A veces me siento un poco amarga por recibir todo esta hospitalidad, porque supongo qué no puedo prometer darles lo mismo cuando vengan a Holanda en un momento en qué no estaré allá para hospedarlos y compartir todo lo que tengo yo. La diferencía en la predisposición a abrir las puertas de las casas y hogares generalmente es imenso, aún más a desconocidos.

Aparte de la gente linda, adentro y afuera también, hay mucha naturaleza preciosa. Rocha, la parte de la costa que conoci es hermosa, con sus pueblos mágicos, lobos marinos y noches fresquitas con luz qué solamente viene de las velas en las casitas, la luna y las millones de estrellas. Muy pocas veces en mi vida qué las vi brillando tan fuerte.





Lecciones de vida
Aprendí una pila de cosas en aquellos meses. Cosas interiores mías y cosas del amor, de todos tipos. Crecí como ser humano, y esa es una de mis rázones (para) vivir de esta forma que elegí. Igual tuve algunas epifanías tratando cosas universales y diferencias culturales, interesantes y educativas.

Una diferencia re-marcada entre ‘Holanda de Latino America’, cómo algunos anombran Uruguay, es la repuesta a la pregunta posiblemente más frecuenta de todas; “Che, cómo estás?”, ósea “Hee, hoe is het?” en holandés. Mientras la respuesta preferida en Uruguay suene “Todo tranki!”, la respuesta en Holanda sera al contrario: “Ocupado, ocupado, ocupado!”. El objetivo parece ‘estar tranki’ versus ‘estar ocupado’: la explicación más clara porque prefiero vivir en esta parte del mundo.

Otra tremenda epifanía me llegó durante las ‘Llamadas’ del carnaval, mirando las procesiones coloridas, con carritos decorados, tambores, actores y bailarines. Las hermosas mujeres, de todo ‘tipo’ y forma, bailan en las calles mostrando los cachetes y barrigas; incluso cuando no son cachetes y barrigas ‘perfectas’, según las revistas qué nos dejan creer en una realidad falsa.



Ese mostrar de partes del cuerpo probablemente no pasaría en Holand, donde a menudo intentamos ocultar las partes qué no son cómo ‘deberían ser’. El cuerpo, para muchas, nunca esta bueno o suficientemente lindo, y nunca somos ni estaremos contentas con lo qué tenemos. Me parece qué las mujeres en Uruguay, o Latino America en general, posiblemente tienen una autoestima más alta por eso. Me encantó ver la alegría, facilidad, libertad y orgullo con qué se mueven sus cuerpos y sobre todo por la sonrisa hermosa y brillante.

En aquel momento sentí profundamente que el cuerpo es nada más que nuestro auto en esta vida. Deberiámos cuidarlo bien a seguir adelante, pero tenemos todos lindos ‘autos’. Ni importa la marca, color o tamaño. Pero capaz tiene sentido qué hay más tiempo a preocuparse por lujos cómo autos en lugares con menos pobreza y menos problemas económicos.

‘El pueblo Uruguay’
La seguridad, aúnque escuché mucha gente hablando del subir del nivel del peligro hoy en dia, todavia es más alta qué en la mayoria de los países latinamericanos. La tranquilidad qué experimenté en Uruguay es algo especial y única; incluso en el capital encontrás muchas calles verdes y vacías, cómo si fuera un pueblo.
Encontrar conocidos en la calle por casualidad y a menudo descubrir tener amigos en común, me dió el sentimiento de ser parte de ese pueblo. Un beso y una charla en los cafés donde era cliente regular en la mañana, ser recibido con una ‘choca cinco’ en la tarde en el gimnasio donde se conoce mi nombre, y más amistad y amor en el barcito de algunos grandes amigos en la noche me dieron cositas cuando salí de ‘mi’ Uruguay.




Nostálgia
Una vuelta por las calles de San Telmo en Buenos Aires, con más hombres incapaz de suprimir su deseo a decirme algo sucio o molesto, más vagos y borrachos y una vibra qué te pone un poco más atenta en lo en qué andás, me da un sentimiento de nostálgia fuerte a la tranquilidad de Uruguay.

‘El pueblo Uruguay’ me dejó enamorada de él y de su gente. Y cómo siempre, despedirme de un amor duele un poquito. Felizmente el amor no tiene límites, ni comparación, y ni tiempo ni distancia cuentan. Los recuerdos lindos quedan para siempre, y tengo un hogar más a donde regresar ‘pronto’.



Geen opmerkingen:

Een reactie posten