woensdag 28 maart 2018

El ritmo Rioplatense (español)


Estaciones
Buenos Aires, donde vi cómo la primavera se convirtió en verano, luego cómo brotó el otoño. Los árboles en traje color amarillo y naranja, y la despedida del sol cada día un poco más temprano.
Mi bufanda favorita ahora sirve contra el frío, en vez de ser un tapetito para acostarme en una playa o parque. Me pone un toque melancólica sentir un viento con la promesa del invierno después de haber vivido 3 años con abundante sol y calorcito.
Me vestí con ropa prestada por mis amigas porteñas cuando salí, y luego llevé otra colección suya para abrigarme contra el frío. Los contenidos de mi mochi no sirven para la vida ciudadana, ni para estaciones que no sean primavera o verano.

Temas tensos
Buenos Aires es una dama grande. Hermosa y cosmopolita; probablemente la más europea de América del Sur, cómo algunos contaron con orgullo. Al otro lado de la ficha, hay pobreza tangible y una vibra fuerte. Tensa a veces, y no solamente durante marchas como la del Día de las Mujeres, para y por los derechos, la igualdad y la libertad de todas las mujeres en el mundo. La presencia de la policía en cada esquina y las protestas qué encontrás a menudo, me dejan con una energía un poquito ‘picante’ a veces. La injusticia y los secretos del gobierno, la desigualdad humana, el machismo y el feminismo, y más temas políticos fuertes hacen a la gente luchar por sus derechos en plazas y calles. Después del regreso de la serenidad de Uruguay, la vuelta a Buenos Aires era un choque temporal.



La vida porteña, a full. 
Hablando de temas más ligeros y felices, les dejo una ración de Happy Hippie Power otra vez. Viví la vida porteña a full. Literalmente. Me llené con medialunas, pizza, empanadas y birras artesanales. La mitad de mi, hoy en día, es una mezcla de todo eso. La otra, por suerte, todavía es ser humano.

Las tarde-noches llenas de cultura. Cumbia, conciertos, un show de comedia stand up y un lindo concierto gratis, con las pibes debajo de las estrellas. Tambores y danza en la Bomba del Tiempo, y cada domingo está el ritmo rioplatense de los tambores en ‘mi’ barrio, San Telmo. Mi ritmo rioplatense personal, en Montevideo y en Buenos Aires, consistió de siestas, largas a veces, para recuperar las horas que no dormí en la noche del día anterior que resultó ser la mañana.

Fué un placer ver chacareras y folklore. Y aunque el tango se respira en el aire, me tiene que esperar para bailarlo hasta la vuelta. El miedo y un toque de vergüenza, todavía ganaron.
Un grande ‘high’ fue el concierto de mi héroe del rock nacional argentino, Lisandro Aristimuño. En el hermosísimo Teatro Coliseo disfruté un montón de ese regalo de navidad a mi misma, y aún más por compartir esa noche lindísima con una nueva amiga y Lisa-fan. Con la mejor compañía, brillamos desde casi el front row.

La vida porteña, en paz. 
Además, dentro de todas las opciones, la joda y amigos presentes, generalmente estuve en paz. Por dentro. La locura que siempre está presente en esta ciudad, con toda su oferta y energía, te puede consumir si no te cuidás. Y más si te quedas mucho tiempo. Pero mantuve la balanza; la mía y también la de mi billetera. Buenos Aires no es barato. Y sacar plata nunca fue más costoso que acá. (Para quien viene desde Europa; traete una tarjeta Visa Débito y/ o plata en efectivo. Incluso cambiar me parece más barato que usar un cajero).



Felicidad no necesita un hogar
Buenos Aires, donde me reuní con amigos de antes, y descubrí una bocha de nueva gente linda. Me fortalecieron mi amor ya siempre fuerte por la gente argentina, y por la gente latina en general. Buenos Aires, donde encontré nuevas maneras de amar (más), a mi misma, a gente en especial y a todo el mundo. Y nuevas maneras de aceptar y dejar ir también, con amor y limitando sufrimiento innecesario.

En un momento que parecía normal, pero marcado para mi, estuve en ‘La Favela’; según algunas el dormitorio más desordenado del mundo en el hostel más copado de todos. Más que un hostel, este hostel es como vivir en una comunidad para la gente qué se queda. Lleno de argentinos, venezolanos, colombianos, chilenos y otra gente latina viviendo en el hostel, más alguna gente viajera piola de Europa, incapaz de salir o permanecer lejos por mucho tiempo de ese lugar qué nos atrapa como una cuna con muchos abrazos y risas.

Acostándome en el medio de las cosas de 8 vidas sueltas y dispersas en todo lados, me llegó el sentimiento fuerte de la felicidad que siento. Vivir en esta convivencia da una felicidad simple, pura y tranquila. Por la vida que elegí vivir, por el amor que siento, por mi y por los otros. Por ser más capaz de compartir amor de otra manera, amar cada vez más en todos los niveles. Por seguir estando contenta. Completa. Suficiente y abundante. Balanceada.

En otras palabras: todo tranki.





vrijdag 2 maart 2018

Qué viaje, che… (español)

Estoy de vuelta; soy feliz de verte de nuevo, Buenos Aires! Casi tres meses han pasado desde el día en qué llegué a Montevideo, la capital de Uruguay. Cómo siempre sin tener un plan fijo de lo qué iba a hacer, ni en donde hacerlo. No tenía idea qué iba a enanomarme de un país más y qué iba a conocer gente para añadir a la lista de mis favoritas. De hecho, capaz es la ganadora de todas las que conozco hasta ahora.

Compartir es amar
Perdí la cuenta de las veces en qué gente desconocida, o poca conocida, me dió la bienvenida. Dormí en ranchitos en lugares hermosos con esa misma gente hermosa, y no me dejó pagar. Por el hecho qué nos conectamos a primera vista, o por ser amiga de un amigo (de un amigo de un amigo) en común.
O simplemente porque a alguien le gusta ayudar a otras. Como la genia, 100% desconocida, quien me ofreció acampar en su patio y usar su cocina y baño, después descubrir qué el departamento qué ella tenia para alquilar era demasiado caro para mi. Nuevos amigos y amigas me llevaron a sus hogares, campos, familias y amigos sin conocerme tanto. Sin dudas y siempre con un abrazo calido, comida rica y una sonrisa enorme al llegar.

Dormí en camas para 2 personas, las cuales compartimos con 4, simplemente por el deseo de compartir de los anfitriones de la casa. Resultó qué estuvimos sin electricidad y água muchas veces, pero nadie se quejó de eso nunca. La familiaridad, la conviviencia, el conjunto y el amor universal es mucho más valiente qué una ducha caliente.

A veces me siento un poco amarga por recibir todo esta hospitalidad, porque supongo qué no puedo prometer darles lo mismo cuando vengan a Holanda en un momento en qué no estaré allá para hospedarlos y compartir todo lo que tengo yo. La diferencía en la predisposición a abrir las puertas de las casas y hogares generalmente es imenso, aún más a desconocidos.

Aparte de la gente linda, adentro y afuera también, hay mucha naturaleza preciosa. Rocha, la parte de la costa que conoci es hermosa, con sus pueblos mágicos, lobos marinos y noches fresquitas con luz qué solamente viene de las velas en las casitas, la luna y las millones de estrellas. Muy pocas veces en mi vida qué las vi brillando tan fuerte.





Lecciones de vida
Aprendí una pila de cosas en aquellos meses. Cosas interiores mías y cosas del amor, de todos tipos. Crecí como ser humano, y esa es una de mis rázones (para) vivir de esta forma que elegí. Igual tuve algunas epifanías tratando cosas universales y diferencias culturales, interesantes y educativas.

Una diferencia re-marcada entre ‘Holanda de Latino America’, cómo algunos anombran Uruguay, es la repuesta a la pregunta posiblemente más frecuenta de todas; “Che, cómo estás?”, ósea “Hee, hoe is het?” en holandés. Mientras la respuesta preferida en Uruguay suene “Todo tranki!”, la respuesta en Holanda sera al contrario: “Ocupado, ocupado, ocupado!”. El objetivo parece ‘estar tranki’ versus ‘estar ocupado’: la explicación más clara porque prefiero vivir en esta parte del mundo.

Otra tremenda epifanía me llegó durante las ‘Llamadas’ del carnaval, mirando las procesiones coloridas, con carritos decorados, tambores, actores y bailarines. Las hermosas mujeres, de todo ‘tipo’ y forma, bailan en las calles mostrando los cachetes y barrigas; incluso cuando no son cachetes y barrigas ‘perfectas’, según las revistas qué nos dejan creer en una realidad falsa.



Ese mostrar de partes del cuerpo probablemente no pasaría en Holand, donde a menudo intentamos ocultar las partes qué no son cómo ‘deberían ser’. El cuerpo, para muchas, nunca esta bueno o suficientemente lindo, y nunca somos ni estaremos contentas con lo qué tenemos. Me parece qué las mujeres en Uruguay, o Latino America en general, posiblemente tienen una autoestima más alta por eso. Me encantó ver la alegría, facilidad, libertad y orgullo con qué se mueven sus cuerpos y sobre todo por la sonrisa hermosa y brillante.

En aquel momento sentí profundamente que el cuerpo es nada más que nuestro auto en esta vida. Deberiámos cuidarlo bien a seguir adelante, pero tenemos todos lindos ‘autos’. Ni importa la marca, color o tamaño. Pero capaz tiene sentido qué hay más tiempo a preocuparse por lujos cómo autos en lugares con menos pobreza y menos problemas económicos.

‘El pueblo Uruguay’
La seguridad, aúnque escuché mucha gente hablando del subir del nivel del peligro hoy en dia, todavia es más alta qué en la mayoria de los países latinamericanos. La tranquilidad qué experimenté en Uruguay es algo especial y única; incluso en el capital encontrás muchas calles verdes y vacías, cómo si fuera un pueblo.
Encontrar conocidos en la calle por casualidad y a menudo descubrir tener amigos en común, me dió el sentimiento de ser parte de ese pueblo. Un beso y una charla en los cafés donde era cliente regular en la mañana, ser recibido con una ‘choca cinco’ en la tarde en el gimnasio donde se conoce mi nombre, y más amistad y amor en el barcito de algunos grandes amigos en la noche me dieron cositas cuando salí de ‘mi’ Uruguay.




Nostálgia
Una vuelta por las calles de San Telmo en Buenos Aires, con más hombres incapaz de suprimir su deseo a decirme algo sucio o molesto, más vagos y borrachos y una vibra qué te pone un poco más atenta en lo en qué andás, me da un sentimiento de nostálgia fuerte a la tranquilidad de Uruguay.

‘El pueblo Uruguay’ me dejó enamorada de él y de su gente. Y cómo siempre, despedirme de un amor duele un poquito. Felizmente el amor no tiene límites, ni comparación, y ni tiempo ni distancia cuentan. Los recuerdos lindos quedan para siempre, y tengo un hogar más a donde regresar ‘pronto’.